Through the goggles

Dicen, Kamamma, que las cosas en la vida pasan por algo, que todo lo que nos ocurre tiene una explicación que necesita ser descifrada. Y yo, después de este verano compartido contigo, creo que es verdad. He tenido que irme a 8.875 kilómetros de mi casa, durante un mes a África, y conocerte a ti para aprender a diferenciar qué es importante de verdad y qué es importante de mentira, para  darle la vuelta a mi vida. Y a mi cuarto, ya que estaba.

 

Te gustaban mis gafas, te gustaba mucho jugar con ellas. Auntie Ana, let me put your goggles, me decías. Me acuerdo de la primera vez que me cogiste las gafas. Pusiste tus manos cerca de mi cara, mirando la tuya reflejada en los cristales. Te pregunté: ¿Quién esta ahí?  (como si cupiera otra pregunta cuando nos encontramos con una persona importante) Y me dijiste a carcajadas: Kamamma! Pero de repente ensombreciste el gesto, frunciste el ceño, te pusiste seria, y te acercaste todavía más a mi, para ver que escondían esos cristales. Y ahí estaba yo, detrás, mirándote a los ojos.

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Me gusta pensar que en las gafas viven todos los que algún día se miraron en ellas. Me gusta pensar que cuando me las pongo, tu estas ahí colgada, con la sonrisa de los niños felices.

 

Me gusta pensar que ahora cuando ves tu imagen en un espejo, si miras fijamente a tus ojitos, me verás en ellos a mi.

 

Qué importante es mirarnos de vez en cuando a los ojos. Cada vez estoy más convencida de que solo así nos reconocemos unos a otros de verdad. Estoy segura que si los representantes políticos mirasen a los ojos a los niños como tu encontrarían una solución diferente al problema de la desigualdad y de la injusticia en el mundo.

 

Eras inmensamente feliz con algo inmensamente pequeño. Y ahora aquí, en mi casa, en mi cuarto, rodeada de todas las cosas que he acumulado durante veintiún años, viendo todo lo que tengo, contando todo lo que creía importante, pienso que muchos aquí nos llenamos la vida, y el cuarto, de cosas innecesarias, treinta camisetas, cinco perfumes,  veinticinco pares de zapatos, y así, con todo. Nos pensamos que la vida trata de eso, de tener. Cuanto más tienes, más quieres, y cuanto más quieres, más necesitas. Y poco a poco nos vamos convenciendo de que eso le va dando sentido al día a día de cada uno.

 

Nos pensamos que cada una de esas cosas son importantes, que llenan el espacio que les es debido. Pero resulta que son solo reflejos de lo que creemos importante. Es una trampa, Kamamma, es solo una ilusión que nos hace sentir bien, pero solo durante un rato.

 

Así que después de volver a mi casa quiero seguir mirando la vida como me mirabas tu, más allá del reflejo de los cristales, curiosa por saber siempre que hay detrás, siendo capaz de reírme de estos reflejos que nos rodean, para ver si con un poco de suerte consigo ver de qué va esto de la vida.

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.- Ana Mendigutxia

Todo suma, todo vale, todo cuenta...

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