Decir que un viaje te cambia la vida, bajo nuestro punto de vista al menos, es algo exagerado…Pero si ha habido alguno en nuestra ya no tan corta vida que haya estado cerca de hacerlo, sin duda, ha sido éste.

Allí nuestras preocupaciones desaparecieron por completo. Nos olvidamos de la rutina, de nuestros trabajos y en ocasiones hasta de nuestro idioma. No era un problema tener la ropa sucia, andar descalzo o quedarse sin agua en medio de la ducha; Vivimos cada momento, cada día, dejando de lado todos los planes que habíamos preparado antes de ir. Pero bueno, contemos nuestra historia desde el principio…

Como veréis nuestro viaje aunque parecido, tiene muchas diferencias con respecto al de Montse, Luchi y Maribel, en parte porque intentamos plantearlo desde una perspectiva LowCost, y esto se ve desde el momento en el que decidimos viajar a Uganda: Buscando el ahorro, no solo nos hicimos con vuelos de 20h de duración, sino que además volamos en diferentes días.

En este punto David fue el más perjudicado, ya que pasó Nochevieja en el avión que iba desde El Cairo a Entebbe, muy bien rodeado por personas que le miraban extrañadas cuando veían como simulaba las campanadas comiendo gajos de mandarina.

Allí pasó dos días sin salir del orfanato, conociendo a todos los niños, las aunties, y tomándome ventaja con el ugandés (cuando llegué yo, el parecía nativo).

Yo llegué a Babies Home el día 3 a las 6.30 am, con la idea de echarme una “siesta”, pero nada mas verme ya me advirtió que no iba a ser posible, porque a esa hora se levantan los niños, y así fue; empezaron a salir, a preguntarme como me llamaba, a gritar lo primero que aprenden “carry me”…No sabía ni como se llamaban y ya les tenía cariño.

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Así pasamos el primer día, con David enseñándome la zona, poniéndome al día, y tratando de ligar con las pobre ugandesas hablándoles en su idioma. Todo el rato con algún niño encima, nunca habíamos sentido con tanta intensidad que dos brazos no son suficientes. No hicimos nada pero no pudo ser un día más completo.

Con los niños ya acostados, salimos a cenar fuera. Era momento de dar señales de vida y de ponernos a buscar cual era la mejor forma de hacer las excursiones que teníamos pensadas. La más importante era la visita de las montañas que separan Uganda y Ruanda, en busca de Gorilas. Mientras nos informábamos, íbamos viendo las fotos que ya teníamos de los niños, y viendo que el viaje hacia el Oeste eran 4 días, que iba a encarecer el presupuesto previsto, y sobretodo, lo a gusto que estábamos en Entebbe, no tardamos en dejarlo para más adelante.

Los días se sucedían y cada vez estábamos más integrados en la casa y en el poblado. Pasábamos horas con los niños jugando, mientras comían, en la hora del porridge o en el tiempo que dedicaban a rezar. Por la noche solíamos llegar a casa cuando ya estaban acostados pero aún despiertos, así que aprovechábamos para darles las buenas noches, momento en el que se activaban, empezaban a saltar de las camas, a quitar las mosquiteras…Las aunties nos odiarían si no fuese por nuestra encantadora sonrisa…

 

Cada día también nos tomamos algún momento de descanso en el que salíamos a cenar, a hacer la compra, o hacer alguna pequeña excursión como en la que fuimos en matatu a Kampala. Aprovechábamos cada oportunidad para hablar con los locales, quienes al ver que mostrábamos interés nos respondían de forma encantadora. La verdad es que en ningún momento tuvimos problemas con nadie, ni dejamos de sentirnos seguros.

Además del día a día, hicimos algunas escapadas con los niños. Fuimos al zoo y a “la playa”. Da  gusto también estar con ellos fuera de la casa, porque normalmente ellos no salen, y simplemente el hecho de dar una vuelta por el poblado ya les hace ilusión.

Ahora bien, Luchi, Maribel y Montse nos habían dicho que los niños se portaban súper bien cuando estaban de excursión, o cuando compartías con ellos unos lacasitos por ejemplo…Pues en nuestro caso nada más lejos de la realidad! Debe ser que nos vieron más como amigos o hermanos que como figuras paternas, pero se revolucionaban, se ponían nerviosos y gritaban más que nunca. Entre 10 y 15 bocas gritando “GIVE ME TOO MUCH!!” Pero si no te caben más en la mano…

 

Otros de los momentos en la casa que no olvidaremos, podrían ser los “partidos” de fútbol, las batallas campales que se formaron cuando les repartimos las gafas de sol (no sabíamos donde nos metíamos al llevar 8 cuando son 19…), como corrían cuando Duque les perseguía después de que estuviesen media hora incordiándole, o como venían saltando por el jardín recién duchados para que les secases, y estar listos para ponerse el pijama.

Bueno, esto es un trozo de lo que hemos vivido en Uganda. Evidentemente no es más que un esbozo, nos dejamos todos los detalles, y no plasmamos las emociones que se siente al estar allí.

Lo mejor es que os animéis y probéis la experiencia! Nosotros tenemos claro que este ha sido nuestro primer viaje a Uganda, pero desde luego no será el último!

 

David y Carlos.

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