«… los niños pobres son los que más sufren la contradicción entre una cultura que manda a consumir y una realidad que lo prohíbe»

Nuestra historia comienza en una antigua tierra, tan antigua que dicen que allí nacieron los primeros humanos, a la que hoy conocemos con el nombre de África. En el corazón de esta exuberante tierra, más o menos en el centro, algo escorada hacia la izquierda, y a orillas de un gran lago: el lago Victoria, se encontraba el reino de Buganda, justo donde la selva occidental se disolvía suavemente en la sabana oriental. Las maravillas naturales de este rincón del mundo eran innumerables, sus densas selvas, regadas por enormes lagos y poderosos ríos, daban vida a una variedad increíble de vida salvaje entre la que se destacaban los grandes gorilas de montaña.

Hoy ya no es un reino, sino una república, y se llama Uganda, y todo ha cambiado mucho, pero sus gentes siguen siendo conocidas por su gran hospitalidad y todos los que han pasado por allí, hablan de su sencillez, humildad, paciencia y, sobre todo, de su gran alegría. Los viajeros cuentan que allí los desconocidos son siempre bienvenidos y que es normal que la gente te salude por la calle e incluso se acerquen a hablar o incluso a invitarte con comida o bebida, si te ven solo.

Dicen incluso que quienes han vivido algún tiempo en esta tierra, al irse echaban de menos la sensación de salir de casa y recibir miles de ¡Hello Mzungu! por sus calles llenas de gente, la dulce voz de los niños jugando a su alrededor y la mirada llena de experiencia de los ancianos, que te saludan con solemnidad al pasar.

Con el paso de los años, esta hermosa tierra vivió malas épocas, terribles guerras asolaron sus ciudades y diezmaron a sus habitantes, y el hambre y las enfermedades se cebaron con los más débiles. Y entre los más débiles, claro, siempre están los niños, que sufren el abandono, el hambre y la pobreza más extrema, abusos, enfermedades y un sinfín de penurias.

   «… gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo»

Hoy Uganda se encuentra en la lista de los países más pobres del mundo y cuenta con muy poca infraestructura, incluyendo electricidad, agua potable, manejo de desechos y acceso a la educación y la salud, la vida es difícil allí, especialmente para los más desfavorecidos, para los más pobres. Especialmente para los niños, que deben afrontar una vida de dificultades desde que nacen, y que habiualmente no llegan a tener un futuro, o siquiera la oportunidad de soñar con uno.

Babies Uganda lleva muchos años trabajando y luchando por estos niños, son un grupo de gente pequeña, que se ha ido a un remoto lugar pequeño, y que haciendo cosas pequeñas, está empezando a cambiar el mundo, por lo menos el de una centena y poco de pequeñajos, pero ya sabéis, los grandes viajes se hacen así, paso a paso .

 Hace un par de años, nació un gran proyecto en el seno de Babies Uganda, uno que trabajaría, ahora que su presente está en orden, en darles la oportunidad de soñar con un futuro: el Centro Vocacional Kikaya.

«… al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos»

Para poder generar ese cambio, son necesarias herramientas, capacidades, conocimiento, y poner todo esto al alcance de esta comunidad fue el principal objetivo del Centro Vocacional Kikaya: formar profesionalmente a personas en riesgo de exclusión.

Una vez más, este proyecto no solo beneficiaría a “nuestros niños” sino que se haría extensible a toda la comunidad de la zona, principalmente mujeres solas, con niños a su cargo.

El proyecto constaba de una primera fase en la que se construirían cuatro aulas donde se pudiera impartir formación presencial y a distancia. Un lugar donde enseñarles profesiones de primera necesidad y alta demanda en la zona, como puede ser la costura, la hostelería, o la peluquería, y al mismo tiempo, dotarles de conocimientos sobre la actual sociedad digital para que sean capaces de auto promocionarse o colaborar entre ellos haciendo uso de apps, redes sociales o herramientas ofimáticas. Pese a lo paradójico que pueda resultar, la disponibilidad de smartphones de origen chino y muy bajo coste, sumado a planes de datos extremadamente reducidos y de consumo casi diario, han extendido el uso de las nuevas tecnologías entre la población.

Hoy las cuatro aulas están construidas y las de costura y peluquería ya está funcionando, ahora vamos a por la de informática, pero esta vez, vamos a soñar más, y vamos a transformar el sueño, en una utopía.

 «… la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se mueve diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para avanzar».

La idea original era ayudar a quienes se formarán en las demás áreas, a estar al día en el uso de las nuevas tecnologías para poder acceder al mercado laboral, tener acceso a herramientas de “autoaprendizaje” como Youtube y las diversas redes sociales, y también poder utilizar las tan masificadas “aplicaciones” para promocionar y vender sus propios productos.

Pero, llegado el momento de buscar como montar un aula de informática en medio de la nada, comenzamos a pensar: ¿y por qué no ir más lejos?¿por qué no soñar?¿por qué no convertirlo en una utopía?

Así fue que la idea creció y se transformó en esa utopía, bajo el convencimiento de que persiguiendo una utopía, siempre se logran cosas buenas que aportan valor al entorno, que si no logras el objetivo final, seguro siempre estarás mejor que al principio, y que si mantienes viva la llama de la utopía, siempre tendrás a lo lejos un faro, que te guiará para mantener tu camino alineado con ese objetivo.

Para dar un nuevo enfoque al proyecto partimos de la base de aquel viejo proverbio chino que dice «… si me das pescado, comeré hoy; si me enseñas a pescar podré comer mañana» y ya, metidos en materia decidimos, primero ampliarlo hasta llegar hasta «fabricar la caña», así el pequeño saltamontes es más independiente aún, y luego transformarlo en algo más y enseñarle a «enseñar a otros a pescar, asociarse, y formar un equipo que trabaje por el bien de todos»

Pero la verdad, si a un niño o adolescente español, del siglo XXI le preguntas que le gustaría ser de mayor, seguramente una ínfima parte te dirá que pescador; ý nuestro objetivo principal es darle a los niños de Kikaya el mismo derecho a soñar que cualquier niño, de cualquier otro país del mundo, así que dejamos de lado los proverbios chinos y las metáforas, y creamos #code2freedom, el proyecto de una startup tecnológica en el corazón de África.

En pocas palabras, #code2freedom será un espacio de aprendizaje tecnológico colaborativo, ubicado en una zona remota -¿os suena esto del aprendizaje y el trabajo remoto?¡a que sí!- donde, plantearemos un modelo disruptivo de formación, que transformará niños en programadores, en un plazo de 10 años.

#code2freedom será un ecosistema cíclico de formación, trabajo, ingresos y reinversión en el ciclo, que garantice a la actual generación de Kikaya y a las futuras, una oportunidad verdadera de crecer, aprender, trabajar y transformar su propia comunidad.

Si quieres conocer el proyecto en profundidad, solo tienes que seguir este blog, donde iremos subiendo información detallada de cada fase del proyecto.

Si quieres soñar con nosotros y construir esta utopía, puedes sumarte, contacta con Babies Uganda para transformarte en voluntario. Porque cuando no tienes nada, todo suma, todo vale, todo cuenta; y porque entre todos conseguiremos algo muy grande, y lo más importante es que el 100% de lo que consigamos llegará a los niños (y tú podrás verlo y vivirlo en primera persona).

Te esperamos, no nos falles.

Babies Uganda

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