Por fin cumplió su sueño. O mejor dicho, nuestro sueño. Clau tiene 16 años y desde que tiene uso de razón, Babies Uganda ha formado parte de su vida. Cada vez que volvía de un viaje, se sentaba conmigo a ver todas las fotos y a que le contase todas las novedades. Y siempre la misma pregunta, “¿Cuándo me vas a llevar? Tengo que ir!!!”
La primera vez que fui a Uganda, fue sin duda la mas impactante. Sin embargo, este viaje ha sido el mas especial de mi vida. Poder compartir con ella todas las emociones que uno siente cuando está allí, poder transmitirle el enorme poder que tiene la solidaridad, hacerle ver que uno nunca puede mirar hacia otro lado, que no hay excusas, que se puede hacer feliz a muchísima gente, que viera en primera persona el maravilloso Proyecto que es Babies Uganda, todo esto, no tiene precio.
Cargadas con 6 maletas hasta arriba de material para ellos y toda la ilusión del mundo comenzamos nuestro viaje. Agotador, muchas horas, de madrugada llegamos a Entebbe y allí nos espera nuestra primera recompensa: Tony. Con su sonrisa de siempre, no deja de repetir lo inmensamente agradecido que está por todo el trabajo que hacemos en España y lo feliz que se siente de que Clau esté allí. Su gratitud siempre reconforta. Puro salario emocional. En cada sitio que visitamos, vamos a recibir muestras infinitas y sinceras de agradecimiento, y eso, le digo a Clau, junto con los abrazos de los niños, son la fuerza mas grande que puede haber para continuar trabajando.
Ha habido muchos momentos especiales. Hemos vivido incluso el parto de la perrita Mine, que a mitad de la noche decidió traer al mundo a sus 12 cachorritos en la Guest House. Clau ha podido conocer a muchas personas nuevas de una calidad humana increíble. Como Salongo, que se desvive por todo y por todos, no he conocido nunca a nadie tan servicial, siempre dispuesto, todo es okey, no problem auntie, siempre sonriente, adorable. Como Uncle Cam, el granjero que es el hombre mas orgulloso del mundo de su granja, te muestra todos los animales las veces que haga falta, siempre amable, siempre contento. Como Teddy, la directora de CEVIC, que infinitamente agradecida por el apoyo recibido desde España, nos acompaña siempre a visitar las casas de los niños y las novedades del Proyecto. Como Richard, el taxista, que es pura bondad. O como Carlos y Sonia, que hemos tenido la gran suerte de compartir con ellos dos días donde han hecho un trabajo impresionante revisando la vista de mas de 200 personas.
Y por supuesto los niños. Los de Kikaya, los de la Babies, los ciegos, los de la calle, los del cole… son taaaaan bonitos!!!!! Sus risas, sus abrazos, sus juegos, te llenan el alma, te transmiten el amor mas puro del mundo y eso es una sensación inigualable.
Ha sido maravilloso. Y al llegar el último día, como ocurre con la mayoría de los voluntarios, sus lágrimas nos acompañan al cruzar el lago, con el único consuelo de que muy pronto volverá. “En cuanto pueda, mamá”
Maribel